Por: Ing. Elias Salame, clase 62
Nunca olvidare, aquella mañana primaveral de 1958, en que dos amigos me despertaron para ir a postular a unas becas de estudio en Holanda y termine enganchado por el Dr. William C. Paddock y en especial su esposa Elizabeth, en mi valle sagrado de El Zamorano.
El viaje de ida al Zamorano, sin recursos económicos, pero con mucha determinación, es un capítulo aparte. Las perras que por ahí se cuentan o se publican, de mi humilde persona, son ciertas. En el regreso a casa, a dedo y con el uniforme dominguero de la escuela, recibí el apoyo de zamoranos, que ni siquiera me conocían, en varios países, especialmente durante mi paso por Nicaragua, Costa Rica y Ecuador, a quienes nunca tuve la oportunidad de retribuir sus atenciones, son una muestra clara de que el panamericanismo proclamado por la escuela funciona.
Cumplidos mis 83 años hago un recuento retrospectivo de mi vida y debo agradecer a la Escuela Agrícola Panamericana (E.A.P) por haberme brindado la formación académica, moldear mi carácter y lineamientos de liderazgo, mediante el trabajo y disciplina con su lema “Labor Omnia Vincit” relacionándome con colegas de todo nuestro continente. Esta formación me preparo para hacerle frente a cualquier problema, no solo técnico, resolviéndolo aún bajo presión.
Este cumulo de experiencias y conocimientos me fueron dados sin costo alguno, por lo que mi cariño y devoción por nuestra alma máter y los zamoranos se mantiene intacto. Trascurridos nueve años de mi graduación, llegó el momento de retribuir, aportando con un granito de arena a la escuela y fortalecer al sector agropecuario boliviano mediante la promoción de la escuela, relacionándola con instituciones públicas y privadas en procura de apoyo económico para postulantes nacionales y cooperando en la selección de postulantes para que tengan la misma oportunidad que yo tuve.
Pasadas algunas décadas, veo con gran satisfacción aquellos jóvenes postulantes convertidos en dirigentes de sectores agrícolas y pecuarios a nivel regional y nacional, muchos exitosos empresarios o al frente de corporaciones transnacionales, ese placer y satisfacción no tiene precio. Haber enviado las semillas, ver el árbol crecer dando excelentes frutos para el desarrollo y prosperidad de mi región, es genial.
Elias y compañeros junto al Dr. Paddock
Siempre trato de reunir a mi familia zamorana para echarnos la perra e intercambiar experiencias técnicas y personales, rememorar los años en la escuela y volver a vivir aquellos pasajes anecdóticos y acompañar de cerca los cambios, desarrollo y progreso de nuestra alma máter, actualizándose a los nuevos tiempos y avances tecnológicos. En esos juntes también planificamos actividades para recaudar dinero destinado al fondo “zamoranos solidarios” que tiene el objetivo de ayudar a postulantes o estudiantes con problemas económicos o algún colega que requiera una mano amiga.
Cuando fundamos el capítulo de Asociación de Graduados de la Escuela Agrícola Panamericana (AGEAP) Bolivia en 1976, estuvimos presentes ocho colegas, incluyendo un ecuatoriano, de un total de 20 zamoranos bolivianos, hoy somos 427 diseminados por todo el extenso territorio nacional y con presencia en los cinco continentes. Nuestra base de datos registra el impulso imparable por superarse académicamente de todo zamorano, en especial de las nuevas generaciones, casi todos obtuvieron maestrías y diplomados y hay un buen número de doctorados.
Nunca, jamás debemos olvidar la oportunidad única que nos brindó la escuela y ser agradecidos con ella mediante nuestro apoyo, que moralmente le debemos. podemos hacerlo de muchas formas: promocionándola, buscando alianzas estratégicas, consiguiendo fondos para financiar postulantes de bajos recursos económicos y otras actividades. Nuestro agradecimiento y gratitud obligada con nuestra alma máter debemos demostrarla con acciones concretas que redunden en su desarrollo y progreso. Tengo conocimiento que varios colegas, en especial en Ecuador y Panamá, están haciendo esta labor y hago votos porque muchos más sigan su ejemplo.